La naturaleza humana a menudo nos lleva a preocuparnos por una serie de situaciones que, en realidad, no merecen la cantidad de preocupación que les dedicamos. Ya sea un problema con nuestra salud, el trabajo, los hijos, los padres o cualquier otro asunto, tendemos a reaccionar ante ellos con una primera respuesta automática: preocupación.
Esta actitud, sin embargo, nos priva de disfrutar plenamente de la vida en el presente. En esencia, nos preocupamos por acontecimientos del pasado, los proyectamos hacia el futuro y, como consecuencia, descuidamos el disfrute del momento actual.
Hoy te invito a reflexionar sobre estas situaciones. Y te pregunto: ¿Puedes hacer algo para cambiarlo? Independientemente de tu respuesta, no te angusties. Si existe una solución, todo se resolverá. Y si no hay nada que puedas hacer al respecto, ¿por qué añadir la carga de la preocupación?
¿Puedes hacer algo por solucionarlo?
En otras palabras, cuando te enfrentes a un problema, ya sea relacionado con la salud, el trabajo, la familia u otros ámbitos, es crucial preguntarte si hay algo que esté dentro de tu capacidad para resolverlo.
Si la respuesta es afirmativa, es momento de pasar a la acción y encontrar una solución. ¿Por qué angustiarse por algo que tiene una solución tangible?
Por otro lado, si la respuesta es negativa y no puedes hacer nada para solucionarlo, preocuparte no va a alterar la situación. No cambiará el hecho o el resultado. Entonces, ¿para qué invertir energía en preocuparse?
De hecho, preocuparse por cuestiones que están fuera de nuestro control solo añade estrés a nuestra vida diaria. Esto puede manifestarse a nivel físico, con tensión muscular debido al nerviosismo, creando nudos y contracturas. Además, puede tener repercusiones en el estado de ánimo, el sueño y la salud digestiva. En resumen, preocuparse no contribuye en absoluto a nuestro bienestar.
Es vital disfrutar del momento presente, ya que el tiempo es efímero. A menudo, al malgastar tiempo y energía preocupándonos por asuntos que no podemos cambiar, nos percatamos tarde de que hemos desaprovechado momentos valiosos. Entonces, ¿por qué preocuparse? Si hay una solución, actúa; si no la hay, acéptalo, pero sin añadir la carga de la preocupación.
Tenemos más preocupaciones de las que deberíamos
Te animo a reflexionar sobre esto porque aún estás a tiempo de cambiar tu enfoque. Muchas personas se dan cuenta de la futilidad de preocuparse por nimiedades cuando se enfrentan a problemas serios, como una enfermedad como el cáncer. Tras vivir estas experiencias, cambian su perspectiva y comienzan a valorar la vida de manera diferente, encontrando una mayor felicidad en lo simple.
A menudo, nos arrepentimos de no expresar nuestros sentimientos. Dos palabras simples como «te quiero» pueden marcar una gran diferencia. Vivimos en una sociedad acelerada, donde las prisas nos impiden disfrutar plenamente del momento. Es necesario aprender a gestionar estas prisas y priorizar lo que realmente importa.
No postergues las cosas importantes. Al mencionar «olor a café», no nos referimos únicamente a finalizar tareas pendientes, sino a apreciar los pequeños placeres de la vida: el aroma del café por la mañana o sentir la brisa marina en el rostro. Es hora de saborear esos momentos que a menudo pasan desapercibidos debido a nuestras preocupaciones.
Un ejemplo común ocurre con los hijos. ¿Cuántas veces has pospuesto jugar con ellos para mañana? Estás tan inmerso en preocupaciones y tareas que dejas pendiente el disfrute con ellos. Pero el tiempo pasa rápido, y pronto te das cuenta de que esos pequeños ya han crecido y han dejado atrás la infancia. Lamentablemente, te perdiste momentos valiosos que no podrás recuperar.
La vida puede enfrentarse de manera positiva o negativa, y la elección depende únicamente de ti, de nadie más. Es fundamental comprender que la felicidad no es un destino, sino un camino que recorremos día a día. La clave está en cómo decidimos vivir cada día. La felicidad está en nuestras manos, esperando a ser vivida y disfrutada.
Esta filosofía de vida es la base de nuestro enfoque en el centro quiropráctico de Rocafort y Valencia. Creemos firmemente en este enfoque. Como bien decían Timón y Pumba, «Hakuna Matata, vive y deja vivir, Hakuna Matata, vive y sé feliz.”
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Richard Millo siente pasión por la quiropráctica. Cree en lo que hace y su único objetivo en la vida, su misión como Doctor en Quiropráctica, es ayudar a la gente a entender que la salud viene de dentro. Que tenemos una inteligencia innata y su trabajo es liberarla. Ayudar a nuestro cuerpo a que sea él mismo el que nos cure.
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